EL JOVÉN CREYENTE

RELATOS DE UN CREYENTE

EL JOVEN CREYENTE

Autora: Karonlains Alarcón Forero 


Él es conocido como la flor de los quraish, su nombre se repite en los labios de quienes cuenta su historia de conversión. Musab Ibn Umair creció entre mimos y dulces, prosperó como hombre libre de preocupaciones, sus pasos arrastraban los corazones de las mujeres mecanas que lo deseaban y hablaban de como cazarlo con sus redes.

En su mente residía la sabiduría regalo imperecedero de Allah, Señor de los mundos, y cuando el Mensaje de Mujamad se susurraba en Meca él decidió que escucharía por sí mismo antes de tomar una decisión encausada por las lenguas de otros. Dirigió sus pasos a Dar el Arkam, refugio de los musulmanes allá en Meca, entró furtivo y desde las sombras aguzó el oído, cuando las palabras del Corán fueron recitadas Musab sintió que su pecho se estremecía, la última revelación de Allah para los seres humanos le abrazó el corazón en fuego que solo el Profeta apaciguó, esa misma noche, con el cielo del desierto como telón, Musab se convirtió en musulmán.

Sin embargo, aquella mujer que lo había llenado de mimos y caricias era también temida en toda Meca. Cuando Junais Bint Malak, madre de Musaib, transitaba Meca abría pasó a su presencia, por temor a su madre el joven creyente decidió mantener su islam en escondido.

Pero en esa ciudad volcada contra el Profeta de Dios los secretos no podían ser enterrados, no faltó quien susurró a la madre del nuevo musulmán las reuniones secretas en Dar el Arkam y las postraciones a Allah, Dios único, en compañía de Mujamad. Así, una tarde, la irascible mujer esperó a su hijo y cuando Musaib, pasos vacilantes, arena en sus sandalias, sonrisa lozana, llegó a su encuentro supo que aquella que guarda el paraíso bajo sus pies conocía la verdad.

Junais preguntó, aun no podía creer que su hijo traicionara los ídolos de sus ancestros, y el hijo sin titubeos confesó su Islam, y ante el circulo de curiosos que los rodeaba como una soga, recitó con voz diáfana las bellas palabras de la revelación que había aprendido. Su madre al escucharlo levantó su puño como una flecha lista a ser disparada, lo pensó, en su pecho residía ese amor de madre con que lo había consentido tanto tiempo, bajó su mano, pero su gesto no fue de rendición sino de maldad, en sus ojos el fuego de la traición vibró.

Delante de todos agarró a su hijo y a la fuerza arrastró al musulmán hasta la casa que habitaban, allí encontró el rincón más oscuro y sujetó a Musaib con cadenas, decidida a que nunca más se encontrara con Mujámmad y sus compañeros.

No sé que hizo Musaid en la oscuridad, atado como estaba, eso nunca lo cuenta él ni ninguno de sus cercanos, yo lo imagino allí pensando en su madre, en como toda esa zalamería suya se trastocaba en aherrojamiento, pensando en su fe, sabiendo que solo tendría que negar la revelación para poder disfrutar de una caminata bajo la hermosa luna.

A pesar de lo fácil que parecía él no se sumó a la negación, Allah hizo brillar la inteligencia de Musaib y el joven creyente una noche encontró entre las sombras su abrigo, se deslizó con la complicidad de la luna y se unió a los compañeros del Profeta en la primera emigración, dejó a su madre, la rabia consumiéndole el pecho, y partió para Abisinia donde su historia se hizo impresionante. 

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