CARTA DE UNA COLOMBIANA INDIGNADA

CARTA DE UNA COLOMBIANA INDIGNADA

Por: Karonlains Alarcón Forero

Querido presidente de la República:

Soy colombiana, nacida en medio de los Andes y criada en el frío capitalino. Durante años he visto y conocido la guerra en muchas de sus facetas y connotaciones; hoy veo con horror el asunto de los indígenas del Cauca, veo cómo decenas de indígenas han sacado de su propia base militar a los militares que tanto afirman defender nuestra patria.

Independiente de la lucha indígena, esta carta va dirigida a otro asunto.

¿No es acaso correcto Señor presidente, que en el último año la partida presupuestal para el ejército (no las fuerzas militares, tan sólo el ejército) se aumentó en $1.800 millones de pesos? ¿Acaso no es cierto que durante ocho años del gobierno Uribe (que Usted, Señor Santos, apoyó incansablemente) se recortaron los gastos sociales, se aumentaron los impuestos, y se destinaron millones de millones para el ejército y su lucha contra la guerrilla? ¿Es acaso mentira que Usted, señor presidente, ha seguido con dicha política económica?

Pues bien, hace poco salí del país y tuve que pagar mas de tres millones de pesos en impuestos, sin contar los que pagué cuando compré cada cosa, o cuando cobraba mi sueldo (en el que me descontaban un 10% para el gobierno, y otras reglamentaciones de ley como salud y pensión), tengo los recibos del impuesto predial de la casa de mi madre donde viví, y de la casa de mi cuñada que cuidé por un tiempo. He pagado mis impuestos puntualmente, como muchos colombianos, y tengo pruebas de ello: en cada recibo público, en cada recibo de mercado, en cientos de papeles.

Y sé, por innumerables declaraciones suyas, que ese dinero ha sido usado para la guerra, para financiar entrenamientos militares, compras de armamento, dotación y equipos de última tecnología para los soldados.

Hoy veo cómo mi dinero se ha despilfarrado: ese ejército tan profesional que profesa el gobierno tener, ese ejército que dizque vencerá a las FARC en sus propias trinchera, ese ejército que consume casi el 50% de nuestro presupuesto nacional, ese ejército que recluta por la fuerza a nuestros muchachos pobres y campesinos, ese mismo ejército compuesto por soldados que nos han vendido como héroes mientras los falsos positivos denuncian como cobardes, ese mismo fue derrotado ayer por la Guardia Indígena del Cauca, armada de palos que ellos dicen llamar bastones de mando, y con sólo su presencia sacaron a los soldados que habían establecido una base en el cerro Berlín (Toribio- Cauca).
 
¿Me quiere decir Usted, señor presidente, cómo un ejército que se precia de ser profesional y de ser uno de los mejores en todo el mundo, pierde ante personas armadas con palos? Y no me estoy refiriendo al uso de las armas, no me malinterprete, por supuesto que no. Seria inhumano disparar contra personas que han sufrido expropiación, violencia, guerra, hambre, desigualdad, y toda una serie de vejámenes por más de 500 años. NO. No pido disparos.

Pero en un ejército profesional existe la estrategia, Señor presidente (por si ignora este pequeño dato), y el entrenamiento en ella es vital en la guerra contra guerrillas (pregúntele a los vietnamitas si por si acaso no sabe de qué hablo), pues de esta manera se minimizan daños y además se ahorran valiosos recursos como las balas (las que pagamos los colombianos con nuestros impuestos). Una buena estrategia puede vencer a ejércitos poderosos, las luchas de los musulmanes contra los cruzados así lo comprueban a través de la historia. Y la pérdida del ejército no sólo demuestra el poder y la fortaleza indígena, sino también la ausencia total de estrategia por parte de los soldados: su líder ni siquiera supo negociar, se rindió tan amplio y largo como es su verdoso uniforme.

La victoria del pueblo indígena caucano pone en evidencia la falacia del “mejor ejército” que nos ha estado vendiendo usted (¡Sí! ¡Usted! Ahora como presidente, y antes como ministro de defensa), y que ha estado consumiendo nuestros recursos.
 
Me siento indignada de ver como mis impuestos han sido simplemente despilfarrados en un ejército que promete vencer la guerrilla, pero que en la práctica demuestra un simple desconocimiento de la regla más básica de la guerra: la estrategia. Un ejército que sabe matar muchachos inocentes de Soacha y otros lugares del país, que sabe masacrar indígenas solitarios en los retenes, que sabe dar tiros de gracia en la nuca de los estudiantes, pero que no sabe y no tiene la más mínima idea de cómo armar una estrategia.

De esta manera, hoy siento mi voz de protesta en contra de que mi dinero, el que me gano con el sudor de mi frente (o el dolor del túnel del carpo, que soy escritora) sea usado para seguir alimentando el odio visceral de los soldados. Hoy protesto, porque no quiero más presupuesto para la guerra. Ya la Guardia Indígena del Cauca lo demostró: sin dinero, sin recursos, sin violencia, se puede exigir la paz.

Apuesto, y daría mi vida en ello señor presidente, que esta misma guardia indígena, con mucho menos de la mitad del presupuesto del que dispone el ejército hoy en día, sería capaz de poner en cintura a las guerrillas (que recuerde que no es sólo una, por si le falla la memoria), los narcos y los paramilitares. Tal como ha sabido poner en su lugar al apenado ejército nacional de Colombia: fuera de su territorio ancestral.


Le aviso, señor presidente, que la campaña de los medios de comunicación que su familia y usted muy hábilmente manejan, esta vez no será suficiente, porque si el pueblo indígena se levanta, se levanta Colombia, que bien indios somos todos los que la habitamos; además hoy contamos con otros medios para informarnos y contarlos lo que es real. Pero sobre todo porque está vez se puso al descubierto la falacia que ustedes llaman ejército y su inutilidad.

Las lagrimas del soldado me indignan, pero no porque él sufra. No sé quién es ni de dónde proviene, puede ser una más de esas marionetas de las que se nutre tan bien nuestro ejército. ¡NO! Me indigno porque esas lágrimas simplemente demuestran su impotencia frente a los indígenas.

¿Qué sigue ahora? ¿Represalias armadas e ilegales? ¿La llegada de los paramilitares? ¿Declaraciones públicas exigiendo patriotismo? Le cuento que nada de eso es nuevo para ellos, señor presidente, los indígenas lo han vivido durante años y lo han resistido.

¿Qué le hace creer a Usted, señor Santos, que puede quebrar el espíritu de una comunidad que ha sobrevivido a la conquista, la colonia, la Guerra de Independencia, la Guerra de los Cien Días, la Gran Violencia, el frente Nacional, la guerra del Narcotráfico, el auge de las guerrillas y todos los atropellos diarios de parte del gobierno? ¿Qué le hace creer a usted que puede contra ellos, si usted mismo carece de estrategia?

Tal vez, señor presidente, debería sacar algo de su millonario sueldo y comprarse un ajedrez.



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