HACIENDO REIR




Por: Sherezada
جزك الله خيراً يا يوسف



Estudiaba árabe y ciencias islámicas en un centro de idiomas, pequeño y acogedor; el ambiente era muy distinto al que estaba acostumbrada en la universidad, no había una competencia descarnada por el primer lugar de la clase ni la envidia por el nivel académico, no existía la pugna por verificar con notas quien es el mas inteligente, a quien le funciona mejor el cerebro. Al contrario, entre los compañeros nos ayudábamos a estudiar, a entender mejor y de corazón nos alegrábamos porque al otro le fuera bien.
Un día sufrí un ataque imaginativo en el salón de clases: empecé a pensar en cosas graciosas hasta tal punto que comencé a reír sin poder detenerme, un compañero estaba al frente mio y yo lo miraba mientras me reía, tuve que salirme del salón para poder calmarme y luego regresar.
El inconveniente fue que en el aire quedó la sensación de que el motivo de mi risa era el compañero al que miraba. Me pareció un poco molesto dejar las cosas de esa manera, pensé en su honor, su orgullo y cosas de esas, en cuanto tuve oportunidad le pedí disculpas explicándole que el motivo de mi risa no era él sino cosas de mi imaginación.
Él tan solo sonrió y me respondió: “¿Y cuál es el problema? Si yo puedo ayudar a hacer su vida feliz mejor para mí, son bendiciones que yo gano y usted está bien. Es una ganancia para los dos.”
Yo quedé helada tras esta respuesta y tuve ganas de llorar de alegría, sentí una gran felicidad al encontrarme en compañía de alguien que tiene en su corazón un pensamiento tan bonito, una persona a la cual en realidad no le importa lo que diga la gente sino estar bien, y procurar ese bienestar a los que le rodeamos.
Que él simplemente pensara en poder hacer feliz a una hermana aun a costa de su “honor” fue impactante para mí, precisamente porque vengo de un país donde se prefiere el orgullo sobre la vida misma, donde las guerras civiles se han dado porque nadie es capaz de dar su brazo a torcer. Y es que yo soy nueva en el Islam y a veces se me olvida que traigo muchas cosas de mi vida pasada que arrastro conmigo en un constante recuerdo de quien soy y quien fui.
La arrogancia entre ellas.
En nuestras naciones latinoamericanas, y especialmente en Colombia, se sufre de soberbia, se cree que cada cual es mejor que el otro, que debemos permanecer por encima de los demás, que no podemos rebajarnos e impera la arrogancia, el envanecimiento del propio ego, enajenándonos con nuestras obras y desconociendo a los demás.
Esta filosofía de vida es avalada y promovida por ambientes laborales y escolares, la competencia y la adulación del ego es común, todo esto tiene como resultado un efecto que puede ser bien resumido en una frase de Quino en boca de Manolito: “para amasar una gran fortuna hay que hacer harina a los demás”. Y para mantenernos arriba nos han enseñado a pisotear a los otros.
Esta es una idea muy arraigada en el imaginario, aquel que está en la cima es el ganador, no importa como llegó allí, ni que hace para mantenerse, lo importante es que está allí, triunfante sobre los demás. Además no hay que permitir la burla, nadie puede reírse de nosotros porque somos los mejores, somos más que los demás.
Creo que nuestro orgullo nos lleva a ser egocéntricos y vanidosos en todos los aspectos de la vida, de una manera que en ocasiones ni siquiera notamos, pero pienso que si somos capaces de reconocer estas actitudes en un primer paso para corregirlas.
Recuerdo la historia del Mensajero de Allah (B y P) donde él tenía un vecino judío que todos los días, en las horas de la mañana, iba y tiraba basura al frente de su casa para molestarlo. El profeta (B y P) nunca respondió tal agresión, por el contrario, en una ocasión notó la falta de basura en su pórtico por lo que se preocupó por su vecino, se fue a visitarlo para ver que estuviera bien y no hubiera enfermado, el judío se sorprendió tanto por esta actitud que tiempo después abrazo el Islam.
Nuestro orgullo muchas veces nos lleva a reaccionar con ira ante las palabras o los gestos de otros, creer que somos los que estamos en lo correcto, poseedores de la verdad absoluta, que somos lo mejor, estas son las razones por las que no permitimos una burla que creamos en nuestra contra.
Debemos abandonar ese “honor” tan mal entendido, aquel honor de tener un buen carro, una mujer-trofeo a nuestro lado, el honor de que todos los que nos rodean nos reconozcan como exitosos por el monto en nuestras cuentas bancarias o por el número de títulos colgados en la oficina. Empezar a ahondar en otros valores más islámicos, actitudes que promueven el islam y que hacen de nuestro comportamiento una invitación constante a la recordación de Al-lah Todopoderoso.
De Abu Dhar, Allah esté complacido con él, que dijo: “Me dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz: ‘No desprecies nada del bien, aunque sea recibir a tu hermano con una cara sonriente’.”
Lo relató Muslim
 

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